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El Nahual

El viejo sacerdote estaba inquieto desde varios días atrás y cada vez que se le interrogaba sobre el motivo de su inquietud, contestaba diciendo que:

Al otro lado del Río Grande, ocurrían cosas muy raras; sombras obscuras que cruzaban el cielo en uno y otro sentido y los antiguos y aguerridos chichimecas, hoy purépechas; ya no disputaban su dominio como antiguamente lo hacían

Creciendo su desasosiego, buscó purificarse en la casa de sudación e ir en busca de La Visión, por lo que preparó la ceremonia en la parte más alta y solitaria del cerro de la mujer dormida, donde en medio de seis árboles jóvenes y flexibles, ordenó se hiciera un agujero, colocando en el centro un pequeño montículo de piedras que quedaron justo sobre un puñado de leña, qué al ser encendida, soltó lenguas de fuego que calentaron las piedras que despedían mucho vapor al contacto con el agua.

Su primer movimiento fue acercarse lo más cerca del montículo de rocas encendidas, a las que empieza a arrojar pequeñas cantidades de agua, que al contacto con las rocas, se evapora inmediatamente convertida en vapor, iniciándose de este modo su purificación, ya que todo su cuerpo empezó a sudar en abundancia y sus pulmones se llenaban del vapor que emanaba de las rocas, prendiendo la pipa y aspirando profundamente el tabaco, siente por momentos que el calor de las piedras y el humo del tabaco le abrasan el cuerpo, continuando con el baño de sudación y el humo de la pipa que le fueron acercando lentamente a “La Visión”.

Ésta llegó  a través de: la obscuridad, el viento, el susurro de los árboles y las voces de la naturaleza, como un ave enorme, que introducida en el espacio en donde se encontraba, volaba a su alrededor, rozándole con sus plumas para, de repente; elevarlo a lo alto y mostrarle lo que sucedía a distancia, diciéndole: “mira, detrás de esos nubarrones que se levantan frente a ti, vienen monstruos que brillan a la luz del Padre Sol, que; con gran ferocidad atacan y destruyen a todos los pueblos hermanos por donde pasan. Pero eso no es lo peor; con ellos vienen hombres qué cargando cruces, hablan y dicen cosas distintas a las que hacen los monstruos, pues; si aquellos hieren, éstos curan. Si aquellos odian, estos aman y si aquellos van a destruirlos a ustedes, éstos van a destruirme a mí.     Es por esta causa que te pido avises a tu pueblo y huyan si aún es posible, para que podamos salvarnos todos”.

Al escuchar y ver lo que sucedía el viejo sacerdote, aun sudando por el efecto de la sudación, se arropa en su vieja manta saliendo de inmediato del lugar y corriendo cuesta abajo, al encuentro de su pueblo, que inquieto corre a encontrarlo.

El viejo sacerdote les platica lo sucedido en la choza de sudación, y lo que le había mostrado La Visión, cuando un joven guerrero toma la palabra y dirigiéndose a la gente les dice: “nuestro pueblo ha correteado por muchas generaciones por estas tierras que son nuestro lugar de caza. Si nos vamos ¿A dónde iremos? Luchemos y que los dioses decidan nuestra suerte”.

El pueblo entero coreó las palabras del joven guerrero y se aprestó a la lucha, por lo que el viejo sacerdote, viendo lo que se venía encima, derrama dos gruesas lágrimas y exclama: “La Visión se ha cumplido” para enseguida, levantando los ojos al cielo empieza a entonar la canción sagrada que habla de los orígenes del tiempo: ¡Oh Sagrada visión! Permítele a mi pueblo, que al suceder lo que me mostraste, vuelva a la matriz de la madre tierra, para que de ella, cuando tú lo decidas, vuelva a renacer.”, y colocándose al frente de sus guerreros, baja   las laderas del cerro y entonando su oración, llega al choque con las fuerzas de los monstruos, que destruyen y matan a su bravos guerreros.

En medio de la lucha, el viejo sacerdote recibe un arcabuzaso en el pecho que lo tumba, y mientras caía, siente de nueva cuenta el roce de las plumas del ave que lo hace sentir increíblemente ligero, a tal grado que su cuerpo se eleva hacia lo alto, desde donde ve los resultados de la lucha.

La Visión, compadeciéndose de él, envía su espíritu a un futuro lejano en donde pueda descansar y elevándolo cada vez más alto, le muestra el resultado del encuentro de las dos culturas que, andando el tiempo se convierten en el abasolense actual que aún vive con su dualidad cultural, pues a una distancia de cerca de 500 años, aun no logra integrarse a plenitud en el choque de las dos culturas: Hispánica y autóctona, que forman al abasolense del Siglo XXI.